Mitos y leyendas de Chile by Floridor Pérez

Mitos y leyendas de Chile by Floridor Pérez

autor:Floridor Pérez [Pérez Lavín, Floridor]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-956-12-2648-7
editor: Zig-Zag
publicado: 2016-09-20T00:00:00+00:00


* * *

1 Trabajador encargado de transportar el mineral desde el fondo de la mina hasta la superficie.

2 Entre ellos Juan Godoy que, a 50 kilómetros de Copiapó, el 16 de mayo de 1832 descubrió Chañarcillo, el mineral de plata más rico de Chile.

3 Imprenta de la Librería del Mercurio, Santiago, 1877.

ORIGEN DEL MUGAI IRI1

Atua Ure Rangi –decimoséptimo rey de los pascuenses– eximió a los constructores de estatuas de todo trabajo que no fuera esculpir sus famosos moais. La alimentación de estos artistas fue encargada a los pescadores de la isla.

Este esforzado gremio tenía una vida difícil. Aparte de su peligrosa labor en el mar, consumía gran parte de su tiempo en tierra fabricando anzuelos, que por entonces se hacían de piedra. Era un largo trabajo de tallado y pulimentado, hasta alcanzar la forma adecuada.

Por muy diestros que fueran en la fabricación de anzuelos o en su uso, los pescadores debían lamentar que un alto porcentaje de peces lograra soltarse una vez mordido el anzuelo.

Esto traía muy molesto al joven Ure a Vai a Nuhe (o Urevaisaus), descendiente de famosos pescadores.

Una noche, mientras invocaba al dios Mea Kahi, se le apareció el espíritu del anciano pescador Tirakoka, quien le explicó que los fracasos en la pesca se debían a la mala calidad de los anzuelos.

–Ve a la cueva donde sepultaste el cadáver de tu padre –le dijo– y toma un trozo del muslo. Con él harás un anzuelo de punta barbada.

Cuando el joven se repuso de la impresión, siguió las instrucciones recibidas y se dirigió al mar. Allí pasaba el día y regresaba por la tarde sin pesca alguna, causando la burla de los que antes lo admiraban. Es que ya en su canoa, lejos de todos, no hacía otra cosa que perfeccionar el anzuelo de hueso, cuya punta impediría que el pez lo soltara.

El día que lo tuvo listo, eligió un sitio algo apartado, de modo que los demás no lo vieran hasta la tarde, cuando regresó con su canoa colmada de peces. No hay para qué decir cómo lo espiaron para conocer su secreto, pero él lo mantuvo en absoluta reserva.

Tanto molestó al resto su actitud, que un día lo abordaron en plena faena. En la confusión muchas canoas se volcaron y no pocos se ahogaron, entre ellos el joven inventor.

Pero si él pagó con su vida un desmedido afán de sobresalir, su canoa mostró a todos el secreto de su éxito: el anzuelo de hueso, que desde entonces se incorporó al progreso de la comunidad.

Estos anzuelos de hueso, llamados mugai iri, se fabricaron desde entonces con el hueso del muslo del pescador fallecido. La curva se hacía con una pequeña rebarba que impide que el pez lo suelte. Es un instrumento que cumple tan bien su propósito, que hasta hoy2 se encuentran nativos que los prefieren a los de fabricación industrial.



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